miércoles, 13 de abril de 2011

Dawn.


Sentado en el tocón de un árbol quemado por el paso de un reciente incendio al borde un acantilado que da hacia al mar me dispongo a abrir mi pequeña libreta que guardo siempre conmigo. Saco el boli y le quito el capuchón con la boca.
Empiezo a escribir las primeras palabras cuando de repente me detengo y me quedo pensativo mirando el horizonte mientras mordisqueo el final del boli...

Era increíble la diferencia que había en tan solo unos pocos metros...
En frente mía, un paisaje que emocionaría hasta el más frio de los corazones, un mar embravecido cuyas olas entrechocaban con las rocas del acantilado, un amanecer con un color azafrán que poco a poco se iba volviendo más azulado iluminándolo todo, un cielo casi despejado donde solo sobrevivían algunas nubes de un color amoratado que parecían a punto de estallar...

A mi espalda, la sombría imagen de un bosque devastado por el paso de las llamas, un millar de árboles ennegrecidos como si de sombras se tratase que hasta hace poco lucían sus frondosas hojas con todo esplendor, pájaros y demás animales que salen de sus antiguas guaridas ahora inhabitables en busca de un nuevo refugio en el que continuar sus vidas...

Volví a bajar la mirada y me centré en mirar lo que había escrito, me saqué el bolígrafo de la boca y continué con mi escritura. Mientras lo hacía me iba sumergiendo en mi mundo, escuchando los ruidos de la naturaleza, el entrechocar de las olas, el viento golpeando mi cara, la hierba rozando mis pies descalzos...

Por fin me sentía libre, por fin podía hacer lo que yo quisiese, estar aquí sentado sin importarme lo que sucediese a mi alrededor, sin importarme el paso del tiempo, escribiendo todo lo que este paisaje me hacía sentir ayudándome a olvidar todos esos errores pasados, y es que, algo que no he mencionado es que yo mismo había sido el causante de tal incendio.

Mis propias emociones me habían traicionado y me 
habían hecho provocar algo que ni en mis peores pesadillas habría imaginado. Por suerte, ahora podía mirar al frente y ver un paisaje nuevo, era la hora de restablecer todo lo que había destruido, de comenzar de cero, de mirar fijamente al Sol mientras su luz me cegaba a la vez que éste se elevaba por encima de las aguas del mar.

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