domingo, 9 de septiembre de 2012

Pequeño Pingüino.


Bendita locura.

Al menos eso fue lo que pensé sentado mirando el paisaje desde el balcón de aquel enorme edificio
de un tono grisacio que bien podría confundirse con el color del cielo un día nublado.
Quería rememorar todos los momentos que había vivido estos últimos meses y que los habían hecho tan especiales.
Por primera vez en mucho tiempo me había sentido libre. Lo suficiente como para creer que duraría para siempre, pero claro,
como en todo, siempre hay un final.
Era increíble lo rápido que había pasado todo y lo rápido que se me había olvidado la lección que había creído aprender.
Después de todo este tiempo volvía a tener los pies en el suelo, volvía a sentirme atrapado en mí y sin saber cómo escapar.
Al fin y al cabo, no soy más que un pingüino que quiere aprender a volar.