Una vez arriba dirigí su luz por todos los rincones hasta que finalmente me detuve en lo que estaba buscando.
Me acerqué al viejo baúl abandonado y polvoriento. Dejé la linterna en el suelo apuntando hacia ninguna parte mientras trataba de abrirlo con suavidad.
Tuve que rebuscar un poco en su interior pero finalmente lo encontré, mi viejo cuaderno seguía ahí. Con una sonrisa en los labios cual niño el día de Reyes lo abrí curioseando su interior, impregnándome de todas aquellas experiencias que un día dejé plasmadas en él porque me parecieron importantes o simplemente por si quería recordarlas en un futuro.
Llevaba mucho tiempo buscándolo y por fin volvía a ser mío. Volví a sentirme yo mismo, lleno, completo, satisfecho...
Aunque aun tenía muchas cosas qué hacer, mucho en qué mejorar, sé que ahora todo será más fácil. Todo el mundo se equivoca y es normal tropezar, sólo hay que saber levantarse.